Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL


372
Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 22 de mayo de 1869
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Pastor
Número y páginas del Diario de Sesiones: 80, 2.206, 2.207
Tema: Fusión de correos y telégrafos. Fiscalización de telegramas

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Señores Diputados, ¡qué país tan desgraciado es el nuestro! No hay apenas un país que necesite mía reformas, y más radicales que España, y no hay tampoco ningún país en que sea más difícil hacerlas. ¡Si supieran los Sres. Diputados las amarguras que he tenido que pasar, los disgustos que me ha dado la reforma de telégrafos y correos! ¡Si supieran los Sres. Diputados que ni a los oficiales, ni al director, ni al Ministro, los dejan vivir ni descansar por la reforma de correos y telégrafos! Pero ¿saben los Sres. Diputados por qué? ¿Es, por ventura, por las mayores dificultades que ha ocasionado al servicio esa reforma? ¿Es acaso porque el servicio no se haga mejor y haya más quejas y reclamaciones? No; es únicamente por la cuestión de credenciales; es únicamente por la cuestión de destinos; es únicamente por la cuestión de cesantías, que es la cuestión que ha matado, que mata y matará, si no la ponemos remedio a este desgraciado país.

Tratándose de una reforma hecha tan a la luz del día, de una reforma tan importante, que habrán visto, que habrán estudiado, sin duda, nuestros adversarios de enfrente, que, sea dicho de paso, ni para eso, ni para nada son, como suele decirse, mancos, yo me preguntaba: ¿qué explicación tendrá el que la oposición radical de esta Cámara, el que nuestros adversarios naturales no hayan dicho nada de una reforma tan importante, para bien ni para mal, y que tenga mucho que decir de ella un Diputado de la mayoría? Yo me preguntaba: pero, señor, ¿qué habrá aquí? Mas la razón me la daba enseguida el señor Pastor. S. S. se lamentaba en la última parte de discurso, de las desgraciadas familias que habían quedado sin pan.

El Sr. Pastor se lamentaba, como abrumado, del peso de la miseria llevada a esas familias; y decía yo: he aquí la razón. Como los señores de enfrente, como los señores de la oposición radical no van a pedir destinos, como no van a pedir credenciales, no van a ellos a abrumarles, como sin duda han abrumado al Sr. Pastor; y como el Sr. Pastor se ve abrumado por lo visto por los cesantes que han quedado en esos ramos, resulta que toda la pesadumbre que tiene el Sr. Pastor sobre sí, quiere echarla sobre el pobre Ministro de la Gobernación.

Señores, es un sentimiento de caridad muy laudable en el Sr. Pastor, y en todos: yo también lo tengo, porque también tengo sentimientos caritativos como S. S.; pero yo debo decirle una cosa, y es que el Ministerio de la Gobernación ni ningún otro a cuyo frente yo me encuentre, ha de ser nunca casa de socorro. ¡Pues no faltaba más sino que convirtiéramos la administración del país en administración de beneficencia! Eso no puede ser. Hemos de hacer los servicios públicos como se pueda, como se deba, bien, y con las mayores economías posibles. Yo puedo decir al Sr. Pastor, porque no quiero entrar en detalles, en los detalles minuciosos en que ha entrado S. S., examinando más bien las reformas de correos y telégrafos hechas en otros países que las que se han hecho en España, reformas hechas en otros países con las cuales yo nada tengo que vez; a mí me importa poco lo que hagan otros Ministros en otros países; lo que me importa es lo que yo debo hacer en el mío, según las circunstancias en que se encuentre, según la situación que atraviese, según el estado en que se halle; y cuando yo veo que en este país hay una cosa buena que hacer, aunque en los demás no se haya hecho, o se haya hecho lo contrario, la acometo. En otros países se ha obrado bien haciendo lo que se ha hecho, y yo puedo obrar bien haciendo lo contrario; yo puedo decir al Sr. Pastor que la reforma de correos y telégrafos que se ha hecho en España ha producido, por de pronto una economía de cerca de tres millones y medio, economía que ascenderá a mucho más en lo sucesivo.

Y tenga en cuenta el Sr. Pastor que en esa economía está comprendido eso que llamaba indemnización de edificios, porque sin ello la economía sería mayor, como lo será en adelante. Pues bien, esa economía se ha conseguido simplificando o reduciendo el personal; y no es que haya ahora poco personal para que cueste menos, sino que hay el personal necesario, porque el exceso de personal no sirve más que de obstáculo y embarazo a la marcha regular de la administración, que es lo que generalmente viene sucediendo en este país con el numerosísimo personal que hay en todas las dependencias del Estado.

Pues bien, no sólo se obtiene esa economía por de pronto, y se obtendrá otra mayor en lo sucesivo, sino que el servicio hoy es mejor que lo era antes de hacerse la fusión. Y ¡cosa singular, Sres. Diputados! Apenas hay un servicio público en el que se haya introducido una reforma, que en los primeros días de su aplicación no se resienta, que la regularidad del servicio no se quebrante: pues con la reforma hecha en los ramos de correos y telégrafos ha sucedido todo lo contrario; y no tengo que hacer grandes esfuerzos para probarlo, porque precisamente ese es un servicio que no puede desempeñarse mal sin que el público lo note enseguida. Pues bien, yo puedo asegurar a las Cortes que en vez de recibirse quejas y reclamaciones con motivo do esa reforma planteada en 1º de Abril último, el servicio se ha hecho mejor. ¡Figúrense las Cortes cómo se hará en adelante comparativamente con los resultados que daba antes!

Y no basta que lo diga yo, Sres. Diputados; lo conocéis todos, lo sabe todo el país. Pues qué, ¿las quejas que hay en el día respecto del mal servicio de los correos y telégrafos son tan grandes, son tan nemorosas, son tan importantes como las que antes se producían? Yo apelo a la prensa, que antes con razón se quejaba del mal servicio [2.206] de correos y del no mejor de telégrafos, yo apelo a la prensa para que me diga si hoy recibe tantas quejas, hoy nota que el servicio está tan mal organizado como estaba antes de la reforma. Pues si el servicio no solo es igual, sino que es mejor que antes, ¿cómo se viene a condenar una reforma que por de pronto economiza al Estado cerca de tres millones y medio de reales?

El Sr. Pastor, haciendo una escursión muy erudita acerca de lo que sucede con los correos y telégrafos en Francia, en Austria, en Bélgica y en no sé cuántos países más, el Sr. Pastor nos ha analizado muy detenidamente el servicio de correos y telégrafos en Francia: de modo que su interpelación más bien parecía dirigida al Ministro encargado de ese servicio en Francia, que no al ministro encargado del mismo en España. Pero yo le puedo asegurar a S. S. que aparte ciertas cosas que no pueden hacerse por de pronto, que aparte del mucho tiempo que allí lleva de bien organizada la administración de correos y telégrafos, en cuanto al servicio material, fuera de las ventajas que allí tiene y de los medios con que ha podido contar el Gobierno, no llevan ventaja ninguna ni la Francia, ni la Bélgica, ni el Austria a la España en esos servicios.

Y no es de hoy, Sres. Diputados; fuera del personal, que, como en todas las dependencias del Estado, era excesivo en correos y telégrafos, el servicio se ha hecho con mucha prontitud en España. Yo puedo asegurar al señor Pastor que marchando por ese camino, llegaremos a no tener nada que envidiar a las demás naciones respecto al servicio de telégrafos y correos.

El Sr. Pastor ha manifestado un temor que sería grave, si tuviera algún fundamento. S.S. ha creído que los telégrafos en España podrían convertirse en galeras aceleradas y que los correos podrían llegar a ser... no sé qué de caracoles hablaba S. S. que no andan por cierto muy deprisa. No lo toma S.S. Como podría suceder eso sería siguiendo el sistema que se venía siguiendo aquí, que era aumentando el número de empleados a medida que los Ministros, a medida que los directores se veían comprometidos con exigencias.

Bastan, por ejemplo, tres empleados para una administración de correos; pero el director tenía una excelencia y el Ministro tenía un compromiso o dos o tres pues se aumentaban otras tantas plazas. Así es como se pervierte la administración del Estado; así es como se alimenta el cáncer de la empleomanía en este país, así es cómo se lleva la ruina a una nación. El Ministro de la Gobernación lo que quiere es que el servicio se haga bien y con el menor personal posible, que el servicio se haga con el personal necesario, con el personal absolutamente necesario. Y no es tan solo por economizar sueldos excesivos al Estado, sino para facilitar la administración, para quitar ruedas inútiles a la máquina del Estado.

Esta es la mira que el Ministro de la Gobernación se ha llevado al hacer la reforma de correos y telégrafos, esta es la mira que se ha llevado en otras reformas importantísimas y la que se llevará en otras que piensa hacer, si es que continúa, aunque no lo desea seguramente al frente de este departamento. Una de las cosas de que más he tenido que ocuparme, aparte de las gravísimas cuestiones de orden público, aparte de las cuestiones que se refieren a la tranquilidad del Estado, ha sido de la cuestión de economías, no solo porque las exige el estado angustioso del Tesoro, sino porque de esta manera curo otros males que nos devoran. Atendiendo a estos primeros, no solo no he desatendido ningún ramo, sino que el de correos he conseguido hasta ahora una economía de tres millones y medio de reales. Esta economía será en delante mucho mayor, y en el ramo de beneficencia ha conseguido más. No he olvidado tampoco los otros ramos: en el de presidios, por ejemplo, he obtenido también economías, y no he de detenerme en este camino, a pesar de las interpelaciones del Sr. Pastor y de cuantos crean conveniente ocuparse de los ramos que sean objeto de las economías, en las cuales no he de cejar por nada ni por nadie.

Y estoy tan persuadido de que la fusión de correos y telégrafos ha de ser ventajosísima para el buen servicio, que si se me diesen los medios de hacer este servicio con el mismo presupuesto que había antes de hacer esa economía, no verificaría la separación de esos servicios; continuaría en el mismo propósito, porque ya que no otra cosa, contribuiría a cortar esa malhadada empleomanía que está consumiendo y devorando a este país.

Por consiguiente, no se apure el Sr. Pastor, aunque S.S. me facilitara los tres millones de economía que se han obtenido con la fusión de correos y telégrafos, aun cuando llevara su abnegación patriótica, su deseo de mirar por esas familias y por esos cesantes, su cuidado por buen servicio de correos y telégrafos hasta el punto de proporcionarme esos tres millones, aun así y todo, no separaría esos dos centros.

Como el señor director de correos y telégrafos ha pedido la palabra, no quiero ocuparme de los detalles a que ha descendido el Sr. Pastor. S.S. nos ha hablado del estado mayor de telégrafos, del estado mayor de correos, de los malísimos resultados que fuera de España ha dado la fusión y de otras muchas cosas de que podrá ocuparse el señor Director del ramo.

Dejo, pues, las observaciones que sobre esto podría hacer, y concluyo dando las gracias al Sr. Pastor, porque ni la interpelación que me ha dirigido me ha dado lugar que yo explique a la Cámara cuál es mi modo de ver el aspecto de la cuestión de economías, y cuál es también mi modo de apreciar la fusión de correos y telégrafos, cuyo servicio no solo no ha perdido, sino que ha mejorado mucho; abrigando yo la esperanza de que dentro de poco tiempo no tendrá nada que envidiar al de otros países.



VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL